sábado, 4 de abril de 2020

Venezuela.




 Mi experiencia en Venezuela fue fantástica. Llegamos a ese país en marzo de 1981. Con apenas dos meses de casados, aprovechamos una oportunidad que le daba el gobierno de Luis Herrera a los colombianos que quisieran obtener la cédula, iniciando este con un trámite ante inmigración, nosotros lo hicimos.

Primero nos dieron una matrícula por seis meses, luego una visa de turismo, luego la residencia y por último la nacionalidad.

Fueron años maravillosos, trabajando, y viviendo en un país que lo tenía todo. Riqueza extrema, había trabajo para todo el mundo, facilidades, y la gente tan especial, tan hermosa, con un corazón como  no lo hemos encontrado en otra parte.

El venezolano que yo conocí era tan querido, tan amplio, tan generoso. Fue un tiempo de vacaciones, le he llamado así,  porque siempre era una fiesta. Cada fin de semana teníamos para escoger a donde ir a pasear, a la playa, a la montaña, a los pueblos, a los centros comerciales. Fue la época donde más abundancia vi. Nos sobraba la comida, la plata, todo era importado de Italia, de Portugal, de España y por supuesto de los Estados Unidos.

Trabajábamos duro pero se veía la plata. Nos compramos un Volkswagen Escarabajo casi nuevo, blanco, lindo, le pusimos por nombre Willy, y le dimos la vuelta a Venezuela como cuatro veces. Lo llevamos hasta Bogotá, a la Isla de Margarita, a Zipaquirá, a los médanos de Coro, corrimos por toda la costa oriental del Lago de Maracaibo, por los Andes, por los estados Portuguesa y Guanare, el llano venezolano nos vio pasar muchas veces, de madrugada para huirle al calor.

Luego compramos un Dodge Aspen de 1978 que llaman " de motor borracho " 2.250 cc,  70 litros de gasolina, grande, lujoso, correlón, amplio como buen carro americano, automático, que nos sirvió por unos buenos años,  hasta que la nueva administración del país nos hizo salir corriendo dejándolo todo para refugiarnos en la frontera.

En Venezuela estudiamos, trabajamos, paseamos como nunca más lo hicimos en otra parte, y dejamos familias que nos amaron con locura. Gracias a Dios por ese país y su gente, Venezuela tiene que volver a ser un país con la gente que yo conocí, el bonchón y alegre venezolano.

Gracias a Dios por Venezuela.
Elevo mis oraciones y súplicas al Altísimo para que vuelva a ser un gran país como en su tiempo lo fue.

Hasta luego.

Alonso.

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