Testimonio
Arribamos a Holanda el 24 de diciembre del año 2000, cansados por las 16 horas del viaje, con el reloj biológico cambiado, y con el malestar que produce ese cambio de horario. El día lo pasamos con la expectativa lógica y con algo de sueño, pero en las horas de la noche, le dije a mi cuñada que deseaba salir a caminar para conocer un poco más. La verdad es que viniendo de una ciudad de más de 35 grados casi todo el año, tenía el deseo de tocar la nieve, pues no había tenido la oportunidad en mi viaje del aeropuerto a la casa.
Salí a la calle y pasé por un almacén de ropa, había exhibido en la vitrina que daba a la calle un abrigo azul marino, de paño, grueso, cruzado, con botones dorados, muy elegante. Entonces algo me ocurrió: Deseé ese abrigo para pasar el invierno. Estaba completamente solo en aquella calle, iba a ser media noche, y hablé con Dios. Le dije: Señor, me gustaría pasar el invierno con este abrigo. Entonces miré el precio y al convertirlo a pesos mi fe me abandonó de inmediato.
Pero como Dios es un caballero y lo que promete lo cumple, regresé a la casa y olvidé el asunto, pero Dios no lo había olvidado. Unas semanas más tarde llegó una señora a la casa. Ella era familia de mi cuñada, y venía tan sonriente, con un gran paquete en los brazos extendidos como quien lleva algo muy delicado. Ella dijo: Alonso, tengo algo para ti, acto seguido me entregó el mas lindo, maravilloso abrigo, grueso, de paño azul oscuro con botones dorados que le había pedido al Señor. Aclaro, nunca hablé con nadie del tema, ni siquiera con mi esposa.
Cada vez que mi fe mengua, vienen a mi mente acontecimientos como este y recuerdo que Dios sigue estando en su trono y que para todo el que pida en oración le será dado.
Gracias Señor, con concedes esos caprichitos...
Hasta pronto.
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