miércoles, 15 de abril de 2020

Un verdadero amigo.


Lo conocí ya viejo, pero habiéndome contado tantas historias de su vida, llegué a conocerlo mucho mas de lo que  me imaginaba. Tenía tres hijos grandes, vivía ahora con su segunda esposa y con ella tenía gemelitas.
Bonachón, culto, hablaba inglés, comerciante, inteligente, risueño, caballeroso, buen amigo, leal, compasivo, atento, le gustó mucho el fútbol, pero también la platica.

Cuando me lo presentaron de una vez me cayó bien. Hablador, con una mente futurista, lleno de anécdotas, copaba cualquier conversación pero no era hostigante, mas bien entretenedor. Nos asociamos en un negocio cuando con mi esposa estábamos sin trabajo en Venezuela.

El puso la mercancía, nosotros la fuerza y el emprendimiento. Apenas ganábamos para sobrevivir, pero ahí estuvo siempre mi amigo, con su fidelidad y esperanza en sacarnos adelante. Era su vehículo para el trabajo, hablaba y hablaba y contaba los billetes mientras agarraba el volante con las muñecas, por eso le dieron un golpe al carro por detrás, porque cuando se acordaba de algo frenaba sin mirar si venían carros detrás de él.  Todo un personaje que tendió su mano para ayudar, siempre para ayudar sin ningún interés. Lo conocía todo el mundo.

Un día visitamos la represa de Uribante Caparo en el Táchira, para ofrecer la mercancía. Lejos de San Cristóbal la capital del estado. Al llegar a la portería le dije: Amigo, dudo mucho que por aquí sea usted tan conocido como lo es en la ciudad. Me miró a través de sus gafas gruesas y sonrió. Nos acercamos con el carro a la caseta del guardia, entonces al llegar el vigilante nos miró y lo llamó por su nombre con la pregunta: ¿Hombre qué hace usted por aquí tan lejos? No paramos de reír, porque hasta en un lejano páramo, mi amigo era conocido.

Enfermó gravemente y no fui capaz de ir a verlo aun estando cerca, lo lamento amigo, debí despedirme, debí darle las gracias por todo, Dios lo haya perdonado. Espero que en los últimos días de su vida alguien le haya hablado de la salvación ya que yo no fui capaz.  Lo siento tanto. Ya no puedo hacer nada, solo honrar su memoria en este espacio, sabiendo que donde está su alma nada sabe de lo que pasa aquí.

"Porque los que viven, saben que han de morir; pero LOS MUERTOS NADA SABEN, ni tienen más paga; porque SU MEMORIA es PUESTA EN OLVIDO".
Eclesiastés 9: 5

Hasta pronto.


Alonso


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