Dos días después entré al calabozo como de costumbre a las siete de la noche. Prediqué un mensaje sobre la salvación, hice el llamado a recibir a Cristo, los internos hicieron tinto con un churrusco de los que se usan para calentar agua, y me ofrecieron. Tomé el café y los que organizaban la reunión de estudio bíblico me dijeron; Hermano hay muchos enfermos entre nosotros. ¿Puede orar por favor?
Claro, oré por ellos y me fui para la casa como a las 11 de la noche, feliz de haber podido enseñar La Palabra y ganar almas para Cristo, siempre fue mi pasión.
Pasaron ocho meses. Estaba mi esposa en el almacén que teníamos en la ciudad y entró un joven que le contó lo siguiente: Hace unos meses, estaba trabajando como vigilante en una calle cuidando un vecindario. Entonces me hice amigo de un taxista que me convenció para robar a una evangélica de la cuadra donde yo vigilaba. Era la única cristiana de esa calle y nos pusimos de acuerdo para hacer el robo.
Ella salió de madrugada para la iglesia y aprovechamos para entrar a su casa. Robamos un piano, unos libros y otras cosas. Pero alguien nos vio y llamó a la policía. Bueno, pues nos capturaron y un policía me dio una patada en el costado y me rompió tres costillas. No podía respirar, me golpearon, me esposaron y me llevaron a los calabozos. Cuando me estaban metiendo, vino un pastor y me dijo: Cristo le ama.
Yo no entendía como era que estaba robando a una cristiana y ahora uno de los mismos me decía que Cristo me amaba.
Pasé mal dos días sin poder dormir, sin poder comer por el dolor en el pecho. En la noche vino ese pastor, entró al calabozo, oró por los enfermos y puso su mano sobre mi costado, y me dije: ¿Y éste pastor por qué tiene la mano tan caliente? Y me quedé dormido.
Al día siguiente vinieron los policías al calabozo para llevarme al hospital para que me trataran las costillas rotas, pero había sido sanado la noche anterior. Me daba palmadas en el pecho y no me dolía nada. Para colmo la cristiana que robamos no levantó cargos contra mí y en un mes salí a la calle.
Estuve buscando a ese pastor por toda la ciudad, nadie me daba razón de él hasta que hoy pasé por una iglesia donde estaban pasando una película y ahí estaba ese pastor. Pregunté por él a donde lo podía conseguir y me dijeron que era su esposo y quiero hablar con el para contarle el testimonio.
Al poco llegué y me encontré con esa historia. Oré por el joven, se despidió y me dijo que se estaba preparando con estudios bíblicos porque se iba a predicarle a la guerrilla.
Nunca más lo vi.
Hasta pronto.
Alonso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.