sábado, 18 de abril de 2020

El Padre Ben.



Dios usa a las personas cuando se trata de hacer Su Obra aquí en la tierra. En esta oportunidad quiero escribir sobre el trabajo de evangelismo que hicimos en las cárceles en Holanda desde el año 2001 hasta el 2004.

El padre Ben, era un hombre de unos 50 años de edad, elegante, educado, sensible,  y tenía a cargo la capellanía de la cárcel de Esserhem en el norte de Holanda.  Cada domingo nos esperaba a la entrada de la prisión, donde nos reuníamos con todos los voluntarios que servíamos en Misión Holanda, una organización cristiana compuesta por algunos hermanos, quienes disponíamos de nuestro tiempo para visitar a los encarcelados y llevarle el mensaje de salvación.

Bart Feenstra el director, una hermana chilena casada con holandés, un pastor holandés que a veces nos acompañaba, algunos hermanos de la iglesia Rafael de Schoonhoven también iban de vez en cuando, unos hermanos de República Dominicana, mi esposa y yo.

Una vez registrados a la entrada de la cárcel, nos recibían algunos internos dentro de la capilla, un auditorio para unas doscientas personas. Allí nos ofrecían un café, teníamos una charla corta y a las diez de la mañana en punto comenzaba la misa católica. El padre Ben la oficiaba en tres idiomas:  Holandés,  inglés y leía español, aunque no lo hablaba pero se daba mañas para leer las citas bíblicas o las reflexiones.

Cantaban,  hacían todo el ritual, pero una  vez que daba la comunión, decía: "Ahora los hermanos Alonso y Martha van a cantar y van a orar por nosotros".  Era una oportunidad maravillosa porque cantábamos esos coros viejitos que ya no se usan mucho en la iglesia moderna. “Solamente en Cristo, solamente en El, la salvación, se encuentra en El…” Luego orábamos por ellos, y pedíamos por la salvación del alma del padre Ben y de todos los que allí estaban sentados.
Luego prendían una vela como despedida para el interno que había cumplido su condena, y cantábamos; "Por qué perder las esperanza de volverte a ver, por qué perder las esperanzas si hay tanto querer...no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós, si junto estaremos unidos en El Señor". 

Terminada la misa, nos repartían más café con galletas o torta que habían llevado las voluntarias católicas, pues ellas siempre se aparecían con algo rico para comer.

Bien, llegado el medio día, se aparecía el padre Ben con unos tres internos arrastrando un carrito con nuestros almuerzos. No olvidaré esa clase de comida. Una maravilla. Unas bolas de carne de res, puré de papa, por supuesto ensalada y jugo. Calidad de comida. Y nos decían que a los internos  les servían igual que a nosotros. Ahora comprendo cómo es que algunos de ellos se amañaban tanto estando presos allí.

Después de almorzar, y compartir algunas experiencias, Ben se retiraba y comenzaban a llegar todos los latinos que comprendían español, es decir los italianos, rumanos, portugueses, y latinoamericanos, algunos mexicanos.

Volvíamos a cantar y allí hacíamos culto. Un palabra de esperanza se les entregaba, orábamos por ellos y a las cuatro de la tarde regresaba el padre Ben para acompañarnos a la salida.
En la Navidad era muy bonito, porque les grabábamos un mensaje de un CD, comprábamos bufandas, gorros y guantes, algunos chocolates, y podíamos darles un abrazo a estos hombres, que alguna vez cometieron un error y ahora estaban bajo llave.

La última vez que fuimos, cuando ya estábamos saliendo con el misionero Bart, me devolví y extendí las manos orando: "Esto nunca más será prisión." Este lugar se convertirá en una escuela bíblica.  Hace poco me enteré por la prensa que ese edificio fue cerrado como prisión y está siendo usado para albergar a los asilados.

La experiencia de llevar el mensaje de salvación a los presos en Holanda fue única y haberle enseñado del padre Ben a despedirse en español: "Hasta la vista".

Dios los bendiga.

Alonso

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