viernes, 3 de abril de 2020

La casa paterna y arandelas.



 No me gustaría quedarme con los recuerdos donde se muestre solo lo bonito, como si no hubiera existido un pasado. Por eso deseo escribir algo sobre la casa paterna, la cual habité desde 1961 hasta 1980, 19 años, toda mi juventud, llena de experiencias extraordinarias, con mi papá y mi mamá siempre presentes, con ocho hermanos, todos juntos, conviviendo, produciendo, estudiando, trabajando, peleando.



Desde los siete años de edad hasta los 25, fue mucho tiempo. Esa casa se quedó con mis mejores días, no sabía que iban a ser los mejores días de toda mi vida, porque soy de los que creen que los 14, 18, 20 son los más grandes y poderosos años, donde soñamos, soñamos y no dejamos de soñar.

Vivencias, las que quiera, de todo, sustos, alegrías, emociones, aprendizaje, tristezas, bailes, trompo, fútbol, fiestas, mis primeros aguardientes, mi primer cigarrillo, mis últimas palizas bien merecidas, mis errores, mis logros, metas cumplidas, sueños por cumplir, vaya época tan maravillosa, los años 80. La misma época y el mismo barrio, la misma calle donde se levantó la niña mas linda de la ciudad: Martha.

Ya les contaré un poco más, si la vida me alcanza les contaré lo interesante que fue esta etapa de mi vida. Sin internet, sin televisión, casi sin radio, sin agua ni luz a los comienzos, sin pavimento, con poco dinero, pero felices como nunca.

Hasta luego


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