Me parece que este señor era de Siria. Alto de tez morena, usaba corbata, no muy alto, con bigote, ojos muy negros y profundos, muy amable, acompañado siempre de una maleta de viaje, nunca supo pronunciar el nombre de mi mamá. Le decía " Señora Dublina " ella se llamaba Paulina. Era el turco, pasaba por las calles de la antigua Bogotá, allá por el barrio Luna Park, ofreciendo su mercancía barata.
Entonces cada vez que se acercaba el cumpleaños de alguno de nosotros, mi mamá le hacía abrir la maleta, y como por arte de magia salían medias, pañuelos, blusas, camisas, suéteres, o lo que fuera necesario, el turco lo llevaba.
No era carero, el tipo era justo. Arreglaba precio con mi mamá, y anotaba en una libreta lo que le habían pedido. Los sábados lo veíamos llegar. Paso a paso, balanceándose de un lado a otro como si le pesara el cuerpo, aun siendo sábado usando corbata. Sacaba de su bolsillo unas tarjetas amarillas. Señora Dublina, con ese respeto, caballeroso siempre, buenos días. Entonces mi mamá le entregaba 5 pesos, él anotaba el abono, le mostraba el saldo y se despedía: Hasta luego.
Así pasaron los años, crecimos viendo llegar el turco cada sábado a mi casa. No recuerdo jamás que mi mamá se escondiera o le negara el pago, no, mi mamá era correcta, se las ingeniaba haciendo zig zag y ojales, ese era su negocio que hacía con una máquina Paff que mi papá le había comprado hacía muchos años, y que era como el tesoro mas preciado para ella.
Cada vez que nos cambiamos de casa, allá llegaba el turco, con su balanceo lento, Zabra Hamed, no se si así se escribe pero lo recuerdo no se por qué con cariño como si fuera de la familia.
Hasta luego.
Alonso.
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