Hacía 4 de primaria a la edad de 11 años, en un colegio para hijos de empleados oficiales, pues mi papá trabajaba para el gobierno. Nos asignaron un profesor de apellido Acuña. Un hombre gordo, rosado, siempre bien afeitado, gafas de carey, hablaba duro y me cogió entre ojos desde el examen de ingreso. Debió ser porque casi que lo entregué en blanco.
Los compañeros eran muy variados. Bahamón de familia acomodada, Rey el sapo del salón, Zárate el que me enseñó todas las groserías que se sabía. 44 alunos en total. Claro, yo Zúñiga, pues ni modo, en el fondo del salón, de último, lejos del tablero, el número 44 de la lista.
Era como casi final de año, un año sumamente tormentoso, mi mamá gravemente enferma, el viaje al colegio era largo, en bus, mañana y tarde, en fin, lleno de dificultades.
Estábamos haciendo bulla en el salón y entró el profesor. De una vez con un palo en la mano. Era como la tabla de una cama. No era una regla eso si lo recuerdo muy bien. Comenzó a dale palo a todos, ¿adivinen menos a quién? Al sapo. Como yo estaba de último, Zárate me dijo: Quítese rápido una pestaña y póngasela en la palma de la mano y verá que no le duele. De inmediato me la puse, pero cuando el palo venía en el aire, alcancé a quitar la mano, pero solo un poco y me alcanzó a agarrar tres dedos.
Entre el sapo y el profesor me tuvieron la mano otra vez y me soltó el garrotazo en toda la palma de la mano. El dolor fue insoportable, me salí del salón llorando de rabia, cogí el bus y llegue a mi casa con la mano hinchada, en especial los dedos.
Le conté a mi papá, y al poco tiempo supe que el viejo lo había amenazado. Menos mal el año escolar terminó, y pasé a quinto.
Las fiestas de San Pedro y San Pablo, se celebran durante el mes de junio, en especial en algunas poblaciones del departamento del Tolima. Olvidé contarles que el profesor golpeador era músico, tocaba el tiple en un trío con otros maestros.
Leyendo el periódico, encontré la noticia: Tres muertos deja las fiestas este año en el Tolima, un vehículo con tres músicos se fue por un barranco y todos murieron. Parece que uno de apellido Acuña, quedó malherido porque los grupos de rescate lo encontraron con las uñas desgarradas como queriendo salir del barranco, pero allí murió.
Me causó tanta satisfacción la noticia. Me sentí pleno, sabía que la venganza había llegado, sentía que Dios había hecho justicia. Esa es la manera como termina alguien que le da palo a un niño en la mano, pensaba par mí. Recuerdo que bailé con el periódico, pero... ¿Trae esto satisfacción de verdad? ¿Qué es el ser humano para que se goce de una tragedia? ¿Tenía esposa e hijos?
Hoy siento mucha vergüenza de haberme alegrado tanto por la muerte del profe Acuña. Tengo tanta pena, que decidí dejar registrada esta nota, porque Dios no toma venganza de nadie de esa manera. Dios no es un vengador y mucho menos en las circunstancias como se dieron los hechos. ¿Qué tal que Dios matara las personas por cada vez que pecamos? No, Dios es amor, y la forma como murió ese señor es porque él mismo se la buscó, porque iban borrachos y el carro se salió de la vía, pero Dios no toma parte para venganza así por una trivialidad.
Espero que comprenda que tenía once años, hoy tengo 66, ha corrido mucha agua debajo de los puentes, pienso diferente, y mi corazón esta sano. Menos mal.
Hasta pronto.
Alonso
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