Desde que era un niño hace ya muchos días, escuchaba a mis padres hablar de la época de la violencia.
Pero acaso las cosas han cambiado?
Tal vez hemos vivido en completa paz?
Si revisamos el acontecer diario solo en Colombia, vemos como las huestes de maldad imperan por todo el territorio nacional trayendo violencia sobre sus habitantes.
Si hay algo que ha afectado a la humanidad durante su existencia es la violencia.
Tan cerca de la misma creación, Caín mata a Abel cometiendo el primer asesinato en la historia. Luego vienen tiempos de luchas y guerras, muerte y destrucción, y entrando en la era moderna las cosas no han cambiado, por todas partes oímos de guerras y rumores de guerras.
Pero hay una promesa de Dios y un futuro de paz y prosperidad.
El verso de Isaías 60:18 pinta una imagen vívida de un futuro transformado, donde la violencia, la destrucción y el quebrantamiento son reemplazados por la paz, la seguridad y la alabanza.
Esta profecía ofrece una esperanza poderosa a un pueblo que ha sufrido mucho, y nos invita a reflexionar sobre el futuro que Dios anhela para nosotros.
Un adiós a la violencia:
La frase "Nunca más se oirá en tu tierra violencia" es una declaración rotunda que resuena con fuerza en un mundo marcado por conflictos y guerras.
El profeta anuncia el fin de una era de dolor y sufrimiento, donde la violencia ya no será parte de la realidad cotidiana.
Junto a la violencia, la destrucción y el quebrantamiento también desaparecen de este nuevo panorama.
Las ruinas y los escombros dan paso a una tierra próspera y restaurada, donde la esperanza y la renovación florecen.
En lugar de murallas defensivas que separan y protegen, el pueblo tendrá muros de salvación que representan la seguridad y la protección que Dios provee.
Las puertas, antes símbolo de vulnerabilidad, se convierten en puertas de alabanza, invitando a la celebración y la gratitud por la bondad divina. Yo soy la puerta dice El Señor Jesus, el que por Mi entra tendrá salvación y vida eterna.
Y aquí es donde El Señor nos hace un llamado a la transformación:
Esta profecía no solo describe un futuro ideal, sino que también implica un llamado a la acción.
El pueblo es invitado a transformar su propia realidad, reemplazando la violencia con paz, la destrucción con construcción y el quebrantamiento con esperanza.
¿Cómo podemos construir este futuro?
La construcción de este futuro de paz y prosperidad exige un compromiso individual y colectivo.
En lo personal: Es necesario cultivar la paz en nuestros corazones, buscando el perdón, la reconciliación y la resolución pacífica de conflictos.
En lo social: debemos trabajar por la justicia, la equidad y la solidaridad, combatiendo las causas estructurales de la violencia y la pobreza.
En lo espiritual: comprometernos a fortalecer nuestra relación con Dios, buscando su guía y sabiduría para construir un mundo más justo y compasivo.
La profecía de Isaías 60:18 es un recordatorio de que Dios tiene un plan maravilloso para la humanidad.
Un futuro donde la violencia, la destrucción y el quebrantamiento no tienen lugar.
Un futuro de paz, prosperidad y alabanza.
Un futuro que podemos construir juntos, si nos comprometemos a vivir de acuerdo a los valores del amor, la justicia y la esperanza.
Recuerda: la profecía de Isaías 60:18 no es solo una promesa para un futuro lejano, sino una invitación a vivir una realidad presente transformada por la paz, la justicia y el amor de Dios.
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