Título: Adoración por la soberanía de Dios.
Texto: 2 Samuel 12:19 Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto.
2Sa 12:20 Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió.
2Sa 12:21 Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan.
2Sa 12:22 Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?
2Sa 12:23 Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.
David, al escuchar la reprensión del profeta Natán por su adulterio y asesinato con Betsabé, no solo se siente afligido, sino que toma acciones concretas para demostrar su arrepentimiento. Se levanta, se lava, se unge, cambia de ropa y va a adorar a Dios en el templo. Estas acciones simbolizan su humillación ante Dios y su deseo de reconciliarse con Él.
La gracia de Dios es inmensa, incluso para los grandes pecadores:
David había cometido pecado grave, su hijo fue herido con una enfermedad, David ayunó y clamó a Dios por el niño, una semana en ayuno y oración, cuando el niño murió, se acabó el ayuno, se acabó el llanto y dice la Escritura Sagrada que David se levantó y adoro a Dios.
Me pregunto: Después de pecar contra el cielo y contra Dios, ¿cómo es que alguien se atreve a mirar a Dios y pedir la sanidad de su hijo? ¿Con qué cara? Diríamos nosotros.
El arrepentimiento genuino, sincero, de lo más profundo del corazón, da la confianza suficiente para comprender que Dios verdaderamente perdona olvidando los pecados cometidos.
Heb 10:17 Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.»
Heb 10:18 Por lo tanto, si nuestros pecados han sido perdonados, ya no es necesario darle a Dios más ofrendas para que nos perdone.
Si, esto es Nuevo Testamento, David estaba bajo la ley, y nosotros bajo el Nuevo Pacto. Aún así, Dios perdonó a este hombre porque su arrepentimiento fue sincero.
Si hay algo que quiere el enemigo que hagamos después de pecar es que nos quedemos postrados en la culpa, que no volvamos a orar, a congregarnos, a leer Su Palabra, pero entre más rápido haya arrepentimiento, más rápido se nos devuelve el gozo.
Hermanos, no nos quedemos postrados, no le hagamos caso al que nos incitó a pecar, y como David, que clamó a Dios por el milagro de la vida de su hijo, pero cuando el niño murió, se levantó no para quejarse, no para reclamarle nada a Dios, sino para adorarlo, Jehová dió, Jehová quitó, alabado sea El Señor.
Madurez espiritual, pies en la tierra, firmes con Dios, ya el niño murió, ya para que clamar, ahora es adorar.
Lavémonos la cara de obras muertas y sigamos adelante, adorando, y dejando atrás lo que tengamos que dejar, que nada nos estorbe en la adoración, ni los recuerdos de un pasado borrascoso, ni los consejos del enemigo para quedarnos postrados.
Conclusión: Me levantaré e iré a mi Padre, este verso es música para los oídos del pecador. Porque muestra toda la bondad, toda la misericordia de Dios, pero también muestra la determinación del pecador de abandonar, de levantarse del pecado, e ir a arrojarse a los brazos de un Padre perdonador.
Vamos pues a adorar hoy a Dios, Él nos ha perdonado.
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