Era una noche de vigilia y El pastor mandó a todos a ponerse de rodillas para honrar a Dios.
Yo había tenido una lesión grave de meniscos que me impedía arrodillarme, sentía un fuerte dolor.
Esa noche hablé con El Señor y le dije: tú sabes en qué condición está mi rodilla, solo te pido el favor que me sanes.
Con una seguridad extraña, me incliné y mi pierna produjo un sonido e hizo un movimiento.
Permanecí así una media hora. Desde entonces nunca más tuve dificultad para arrodillarme ante El Creador.
¿Necesitas un milagro? Solo cree. El que pide recibe.
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